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La idea de que un poco de ejercicio adicional puede protegerlo de las consecuencias de los vicios dietéticos es tentadora, pero hay poca evidencia que la respalde.
Foto por John Mahoney /Archivos de la Gaceta de Montreal
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Todos hemos justificado sumergirnos profundamente en una gran bolsa de papas fritas o una pinta de helado después de hacer ejercicio diciéndonos que nos lo hemos ganado. ¿Pero lo hicimos realmente?
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La idea de que pasar unos minutos extra en la caminadora te protege de las consecuencias de los vicios dietéticos es tentadora. Sin embargo, hay pocas pruebas de que una dieta poco saludable pueda mitigarse con ejercicio regular, una teoría probada recientemente por un grupo de investigadores de Australia, EE. UU., Italia y Noruega. Utilizando una gran muestra de adultos británicos, el equipo multinacional revisó el impacto del ejercicio y la dieta, de forma independiente y conjunta, sobre la mortalidad por todas las causas, las enfermedades cardiovasculares y varios tipos de cáncer.
Armados con el historial de salud y los hábitos de dieta y ejercicio autoinformados de 346,627 sujetos de estudio de 40 a 69 años, los investigadores compararon los datos con los registros locales de defunción en el transcurso de una década. La idea era vincular la causa de la muerte con los registros de salud de referencia recopilados 10 u 11 años antes y medir el impacto de la dieta, el ejercicio o una combinación de ambos en la mortalidad.
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Los investigadores estaban motivados por la escasez de estudios que examinaban los resultados a largo plazo de la dieta y el ejercicio en la salud, pero también estaban ansiosos por agregar otra capa de complejidad, analizando si el ejercicio vigoroso ofrecía alguna protección adicional contra el riesgo de muerte prematura en comparación a una intensidad de ejercicio más moderada.
“Presumimos que la actividad física y la calidad de la dieta se asocian de forma independiente con un menor riesgo de mortalidad, y que los altos niveles de actividad física, ya sea en la actividad física total de moderada a vigorosa o en la actividad física vigorosa, no pueden compensar los efectos perjudiciales de una dieta de mala calidad. ”, dijeron los investigadores.
Los sujetos del estudio parecían ser un fiel reflejo de la sociedad occidental: el 40,8 % no hacía ejercicio vigoroso durante la semana, el 26,5 % hacía menos de 75 minutos de entrenamiento de alta intensidad a la semana y el resto dedicaba más de 75 minutos a la semana a ejercicio vigoroso. En cuanto a la dieta, el 22 por ciento obtuvo una calificación deficiente, el 53,4 por ciento calificó como media y el 24,5 por ciento calificó para la categoría de dieta más saludable.
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La buena noticia es que, cuando se revisan por separado, los altos niveles de actividad física (211 a 450 minutos de ejercicio moderado a vigoroso a la semana) y una dieta de alta calidad tienen una influencia positiva en la longevidad. Y para aquellos que pueden presumir de sobresalir en ambos, felicidades: tienen un riesgo de mortalidad aún más bajo.
Pero para aquellos que esperan que superar las expectativas en un hábito saludable pueda compensar el fracaso en otro, los resultados les abren los ojos.
“En general, no hay evidencia de altos niveles de actividad física, medida como actividad física moderada a vigorosa o vigorosa, que compense por completo la baja calidad de la dieta en ninguno de los análisis; tampoco hubo evidencia de un índice de calidad de la dieta más alto que compensara completamente la falta de actividad física”, dijeron los investigadores.
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Aún así, algunos hallazgos adicionales resultaron interesantes. La actividad física vigorosa proporcionó una protección ligeramente mayor contra las enfermedades cardiovasculares que el ejercicio de intensidad moderada, pero solo para aquellos que acumulaban de 10 a 150 minutos a la semana de ejercicio vigoroso. Aquellos que registraron más de 150 minutos a la semana no obtuvieron el mismo aumento en los beneficios.
También vale la pena señalar que aquellos con las dietas más saludables tenían un riesgo 14 por ciento menor de mortalidad por cáncer, un beneficio que no se extendió a aquellos con una dieta de calidad baja o media. Antes de renunciar para siempre al helado o las papas fritas, puede estar seguro de que la indulgencia ocasional no tendrá un impacto negativo en su salud y bienestar a largo plazo. Pero lo que está claro es que el amor por el ejercicio no puede mitigar los efectos negativos del amor por la comida rápida.
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Si desea reducir el riesgo de enfermedades crónicas y una muerte prematura, lo mejor que puede hacer es prestar la misma atención al ejercicio y a comer bien. Si desea un impulso adicional para su salud, es una buena idea agregar algunos, pero no demasiados, ejercicios vigorosos a su rutina. Solo tenga en cuenta que no hay atajos para ser lo más saludable posible. Mejorar su dieta y dedicar minutos de ejercicio vale la pena, a corto y largo plazo.
“Los titulares sensacionalistas y la publicidad engañosa de regímenes de ejercicio para atraer a los consumidores a la idea de ‘hacer ejercicio para comer lo que quieran’ han alimentado la circulación del mito de que ‘el ejercicio supera a una mala dieta’”, dijeron los investigadores. “Nuestro estudio proporcionó evidencia importante para los profesionales de la salud de que el ejercicio no compensa por completo una dieta deficiente y que debemos recomendar y defender tanto un estilo de vida activo como una dieta saludable”.
Palabras para vivir si tienes el hábito de recompensarte con un viaje al autoservicio de Tim Hortons después de cada entrenamiento duro. Es mejor ir directamente a casa por una dosis saludable de frutas y verduras.
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